La autonomía psicológica como objetivo terapéutico
Aunque puede señalarse la consecución de la autonomía como una tendencia presente en todos los organismos, este concepto no tiene un significado homogéneo. La autonomía se puede entender desde un punto de vista funcional, en relación a la posibilidad de un organismo o incluso de un ingenio mecánico, de moverse o de actuar por sí solo. O en un contexto familiar, social, político o económico, referido a la mutua independencia o capacidad de autogestión de países, grupos o personas. Pero desde el punto de vista psicológico la palabra autonomía se convierte en un constructo mucho más complejo: significa esencialmente capacidad de autodeterminación, no sólo de actuar o de regirse por sí mismo, sino de decidir según una voluntad intencional, es decir, en base a la elección de objetivos prefigurados de los que uno es responsable.
El ser humano, a diferencia de los otros organismos, se halla en la condición de tener o al menos poder decidir en la mayoría de los asuntos que le conciernen. Sin embargo, el espacio para la responsabilidad o el grado de libertad de las elecciones personales puede ser muy variable, según el marco social donde se desarrolla la actividad individual.
La autonomía, pues, como objetivo terapéutico debe tomar en consideración las modalidades contextuales en las que se desarrolla la acción humana, no siendo un concepto abstracto, sino históricamente y socialmente condicionado. Efectivamente, la persona debe ser capaz de escoger ante la facticidad histórica, social, familiar y material fuertemente determinada, no frente a un mundo ideal de indeterminación absoluta, donde cualquier elección es posible.
La promoción del desarrollo de la autonomía en el ámbito terapéutico está orientada a promover la integración de los varios niveles de construcción moral, de modo que la elección pueda ser decidida responsablemente. Lo que cuenta no es la elección concreta, sino la articulación de una estructura psíquica capaz de integrar en sí misma los diversos niveles de construcción moral, tomar en consideración las propias vivencias, necesidades y deseos, hacerlos compatibles dentro de los limites morales de una sociedad, y conciliarlos con el bienestar ajeno. El desarrollo de esta capacidad es la que puede hacer frente a la resolución de los diversos conflictos psicológicos y, en consecuencia, convertirse en el factor clave en todo proceso terapéutico.
SOBRE EL PONENTE.
Manuel Villegas Besora es doctor en Psicología por la Universidad de Barcelona, y profesor de la misma desde 1974 (actualmente jubilado). Posee amplia experiencia como terapeuta individual, de grupos y de pareja y ha formado y supervisado a otros terapeutas a través de diversos programas de Máster en Psicoterapia en universidades españolas y extranjeras. Es miembro de la Asociación Española de Psicoterapias Cognitivas, de la que fue socio fundador y presidente durante más de una década. Ha sido el director, desde 1990 has el 2014, de la Revista de Psicoterapia, publicación que se ha convertido en una referencia nacional e internacional en su género. Entre su producción escrita destacan más de un centenar de artículos y libros, como: “Constructivismo y psicoterapia”, “El error de Prometeo. Psico(pato)logia del desarrollo moral”, “Prometeo en el diván. Psicoterapia del desarrollo moral.” “El proceso de convertirse en persona autónoma”, “Parejas a la carta: Las relaciones amorosas en la sociedad postmoderna”, “Psicología de los siete pecados capitales”, “La mente emocional”; “Atrapados en el espejo. El narcisismo y sus modalidades”; “Atrapados en el amor. La dependencia afectiva”; “Atrapados en la mente. Las obsesiones”, editados todos por Herder Editorial (Barcelona).
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Luis Ángel Saúl Gutiérrez profesor titular de Psicología, UNEDManuel Villegas Besora psicoterapeuta, doctor en Psicología, Universidad de Barcelona
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